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Potosí, aguanta sed por la sequía en Bolivia en medio de la incesante operación minera

Van tres meses de sequía y dos desde que comenzaron los racionamientos de agua que varían de intensidad por zonas.

En un entorno muy árido, lejos de sus casas, mujeres indígenas lavan ropa y alivian a sus bebés en albercas públicas después de una semana sin ducharlos. El agua escasea en Potosí, ciudad minera de Bolivia castigada por la peor sequía en su historia reciente.

Sus 230.000 habitantes enfrentan un difícil proceso de adaptación, mientras la operación minera, que depende del agua, apenas se ha resentido ante la escasez.

Van tres meses de sequía y dos desde que comenzaron los racionamientos de agua que varían de intensidad por zonas. Los camiones cisterna no dan a basto. Apenas asoman por las colinas de Potosí, donde el corte es permanente, pobladores desesperados se abalanzan con sus baldes y barriles.

Incluso no nos dejan «salir hasta que llegue otra cisterna», comenta el chofer Teodoro Mamani.

A 4.100 metros de altura, la temperatura en Potosí llegó el 26 de agosto hasta los 27,8 grados, la más alta en esa fecha desde que comenzaron los registros en 1953, según el servicio nacional de meteorología.

Flora Benavides, una ama de casa de 49 años, llega temprano con dos bolsas de ropa sucia hasta las termas de Chaqui, un municipio a 39 km de Potosí. Mujeres de trenzas largas y sombreros de ala ancha restriegan la ropa en albercas de cemento llenas de agua subterránea.

Cerca, por el equivalente a un dólar, las madres ingresan con sus hijos a «piscinas» de agua empozada, para que tomen su primer baño en una semana. 

La familia de Benavides reutiliza al máximo el agua que logra almacenar y aparta apenas la necesaria para el aseo.

«De niña venía con mis papás (a los termales), pero solo por entretenimiento. Ahora hemos vuelto para lavar ropa. Es una pena, porque no hay agua», dice Benavides a la AFP.

Potosí declaró el estado de desastre natural para recibir ayuda del gobierno. La emergencia se extiende a siete de los nueve departamentos de Bolivia, que enfrenta el fenómeno de El Niño con intensas sequías.

Los incendios forestales han devorado más de dos millones de hectáreas de bosque y pastizales desde septiembre.

Dilema 

En Potosí están los mayores yacimientos de plata, plomo, zinc y estaño de Bolivia. Pese al racionamiento, la producción apenas ha caído alrededor de un 10% en los últimos meses, dijeron a la AFP fuentes de la Coorporación Minera de Bolivia.

Los ingenios mineros aseguran que cuentan con reservas o están pagando hasta 120 dólares por 40.000 litros a los indígenas que viven cerca de las 12 lagunas que conforman las dos cuencas que abastecen a Potosí.

Sin embargo, los pobladores creen que la empresa pública de agua está surtiendo clandestinamente a las empresas, mientras raciona drásticamente el servicio a los hogares.

Carlos Chumacero, gerente de la Administración Autónoma para Obras Sanitarias de Potosí (Aapos), rechaza estas acusaciones. «He procedido con el corte (absoluto) del suministro de agua (a las empresas) a causa de la presión social».

Pero si les interrumpen del todo el suministro a las mineras «de qué vamos a comer», se pregunta Gumercinda Limachi, indígena de 20 años.

«Yo quiero que haya agua para los dos, para las casas y para las minas», sostiene. Mientras su esposo trabaja, Limachi lleva a sus dos hijos de cuatro y un año a los termales de Chaqui para bañarlos.

Despojo

Ante la grave escasez de agua, el gerente de la Aapos identifica en un mapa las lagunas que todavía pueden abastecerse a la ciudad.

Con una inversión inicial de 215.000 dólares, las autoridades quieren canalizar el agua de esas lagunas hasta las plantas potabilizadoras, según Chumacero.

Sin embargo, la comunidad de Jesús de Machaca se muestra reticente. Su portavoz, la dirigente indígena Lidia Marca, cree que la Aapos quiere desviar el agua hacia los ingenios mineros.

La empresa «no les ha cortado (el suministro) como dicen (…) Les están vendiendo agua, tenemos el informe de ellos mismos que dice que les han cortado la venta, eso quiere decir que admiten que vendían», señala Marca.

«Ellos no pueden elegir quién va a vivir, nosotros igual necesitamos agua», asegura.

Los ambientalistas, sin embargo, estiman que la solución no está en las lagunas. Aquí ha habido «un despojo hidríco» por parte de las mineras, denuncia Milenka Almanza, del colectivo Mujeres de Plata.

Según esta activista, Potosí debe cambiar su «dinámica productiva» basada en la explotación contaminante de minerales, porque mientras no «haya una transición ecológica nada va a mejorar».

Por lo pronto, los meteorólogos esperan lluvias poco intensas para fin de año.

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